CARTA A JORGE CUÑA AL AÑO DE SU FALLECIMIENTO
Por Remigio Nieto
Esta carta fue leída en el acto celebrado en la Fundación Cuña Casasbellas-Fabulario Novo-Hipofanías, con motivo del aniversario del fallecimiento de Jorge.
Como dice una canción popular de mis tiempos mozos: “recordar es volver a vivir”. Parafraseando a Miguel de Unamuno os diré: “con los sillares de los recuerdos se construyen las esperanzas”. A lo que yo añado: pero no hay esperanza si no queda al menos un rescoldo de vida en el recuerdo. Pues bien, siguiendo con las citas, vaya este sabio consejo de nuestro Ramón del Valle-Inclán: “para que el recuerdo sea quietud y visión interior, olvidemos los caminos por donde nos llega, como cuando la nave llega a puerto olvida el oficio de la vela y el remo”. Así quiero que lleguen mis próximas palabras, como una carta sin cartero que dirijo a Jorge, al que vive en mi mente y al que está en la mente de cada uno de nosotros.
Inolvidable Jorge:
Aquí estamos, en esta fundación que lleva tus apellidos, en este lugar de reunión y que también puede ser de discusión, como a ti te gusta. Con frecuencia me decías: -Soy hombre de ágoras y no de soledades en recintos domésticos. Sin embargo, asentías cuando te hacía esta observación: nuestras mejores discusiones, las de los temas más profundos y transcendentes, las de más lúcida y mutua estimulación para nuestras neuronas, eran precisamente aquellas, entabladas as través de ese juego dialéctico que tu y yo, mano a mano, habíamos inventado. A veces en un rincón de alguna cafetería, pero otras en tu casa y muchas en la mía, hasta el despuntar del alba y quedar vacía la botella. De todos aquellos temas, Jorge, había uno que siempre recuerdo ligado estrechamente a ti, porque me lo has hecho sentir como una de tus grandes obsesiones, como uno de los fundamentos de tu mensaje poético, y tu sentido de la vida y la muerte. Me refiero, como tú bien sabes, al tema de la Nada.
- Cuidado -me advertías- con la Nada no se debe frivolizar. Es una de esas palabras mayores, pues ha sido un tema de pensamiento, en ese sentido, de capital importancia para algunos grandes filósofos a lo largo de la historia.
Efectivamente, así fue, Jorge. Desde la Nada absoluta e impensable de Parménides, o la relativa de Platón concebida como alteridad, llegamos a la Edad Media, a la Nada concebida por Scoto Erígena, como la identificación con el mismo Dios, porque Dios era la Superessentia para él.
Recuerdo también una tarde en Vigo, al salir del auditorio del García Barbón. Veníamos de escuchar una conferencia sobre el lenguaje de la cábala, y me comentabas que en el Zohar, a Dios se le llama la Nada de la Nada, o “quintaesencia” de la Nada.
Sin embargo, dando un salto hasta el s. XVIII, y estudiando el pensamiento del gran genio de Kant -al que me parecía que tu no rendías especial admiración- la Nada se reducía a la categoría de cantidad, como mero conjunto vacío o intuición sin contenido.
La concepción de la Nada, por la que me mostraste cierta predilección, fue la del filósofo Hegel, entendida como noción inmediata e indeterminada. Lo indeterminado es una constante en tu poesía. ¿Cuántas veces hablando sobre arte me hiciste apreciar el aspecto de la indeterminación de las formas, de la que tus versos daban buena cuenta a veces. Por ejemplo aquellos de tu Moloch en los que dices:
“Y vosotras
las no existentes
estrellas
que la luz desprendéis
en orígenes vacíos minerales
y las muertes
no son
sino fantásticas creaciones
de la nada
o sombras errantes
jubilosas
de no pertenecer
a verdades
de mundos afirmativos”.
La Nada de Heidegger, era otra de las tuyas y su filosofía la asumías como algo propio: la Nada manifestada a través del sentimiento de angustia, para ti sentimiento del deseo, consustancial con el ser incompleto del hombre. En tu Mantis lo expresan muy bien estos versos:
¿Quién os llama?Venid
a la palabra que busca el encuentro vuelve
fuiste en la pared contigua invocado hablaremos
de deseos que ya no pertenecen a los hombres
Recuerda tu también recuerda amigo mío siéntate
en la mesa ignorabas las palabras los hilos
torpes que tejen árbol a tierra
tierra a cielo y cielo a la llamada
Te catalogan como poeta existencialista, como a tu padre. Mi apreciación de tu poesía -te lo he dicho varias veces- está más cerca de la opinión de tu amigo, crítico y gran poeta también, Antonio Domínguez Rey, cuando prefiere denominar a tu producción lírica “ontopoética”. Creo, por tanto, que transciende el mero existencialismo. No obstante algo de la Nada que Sartre teorizó, como uno de los dos puntos entre los que aparece el hombre -el uno, su ser como un todo imposible y el otro la Nada- en ese sentido, creo que algo reflejan tus versos. He aquí estos bellísimos del Mantis:
Signo de Abraham caído en tu frente
Ignorabas las palabras había cumplimiento
mata siempre el padre en su deseo a hijo
que no reconoce era sí mismo
rechazaste el crimen y tu la víctima Isaac
de los más altos amores sin preguntarse
siquiera si era la nada o sueño
de la nada lo que dejabas vivir
ni los ángeles detienen la mano del verdugo
si el milagro los espanta
Pero en estos tiempos, Jorge, llegamos a la conclusión que el tema de la Nada no parece interesar mucho a los filósofos, como si renaciese la filosofía de Bergson, denunciando la idea de la Nada absoluta como un falso concepto, como una “seudo-idea”, tan absurda como la idea de un círculo cuadrado.
Yo, sin embargo, amigo mío, sigo teniendo mi idea de esa Nada que considero como la luz de la paz más absoluta de la muerte misma, la muerte del pensamiento que anula toda consciencia.
Hasta otro momento, Jorge, mientras funcione mi memoria y hasta que mi consciencia se extinga.
Remigio Nieto (24.06.2005, leído el 30.06.2005)