Glosa inédita de Miguel Ángel Cuña al “Poemario (1972 - 1992)” de Jorge Cuña Casasbellas, editado por la Diputación de Pontevedra (Pontevedra, 1993)




Se recogen en este poemario los tres libros editados por Jorge Cuña Casasbellas: "Serpigo" (1972), "Moloch" (1976) y "Mantis" (1988) y el poema último, hasta el momento inédito, "Cerrada está la puerta ...".


Cuando de la palabra y el lenguaje se reconoce la ambivalencia; por un lado, una significación en apariencia precisa, codificada, afirmativa, restringida, socialmente instrumentalizada por ideologías dominantes y, por el otro, la palabra abierta, de múltiples significados e infinitas vivencias y sentimientos, primigenia en su indeterminación, es decir, previa a los predicados que la restringen, entonces y sólo entonces, podremos acercanos al largo poema que, a través de veinte de años, ha escrito Jorge Cuña. La palabra, como la Cyprea, guarnecida en su concha de extraordinaria y múltiple belleza, abierta a todos los predicados, pero también, una vez muerta y disecada, valor de intercambio, dinero, representación y fuente de poder: el poder mismo.


Inmersos en esa ambivalencia, siempre presente como contradicción y conflicto inevitable en el lenguaje mismo _ incluso en la poesía _ el poeta rompe, lucha por deshacerse de los códigos que hacen del lenguaje un instrumento de lo útil previamente definido, un arma en manos de muertos para extender su muerte.


Esa búsqueda incesante, siempre dramática por cuanto la poesía misma "desempeña una función afirmativa por el lenguaje que utiliza", es vivida por J. Cuña como una pasión, un pathos, que, arraigado en la propia condición humana, se alza frente a la posición del hombre en el mundo y resuelve en un estallido permanente. Romper la corteza que nos define es voltear, dinamitar aquella palabra muerta que nos da la existencia para rescatar la palabra viva que nos devuelva al origen, a lo indeterminado, previo a la existencia, cuando hombre y naturaleza permanecían indiferenciados.


Este estallido, que hará posible el poema, destruye las formas tradicionales del lenguaje; en comentario de J.A.G. "apocalipsis del lenguaje, que tanto ha servido para ocultar la falsedad y decadencia de toda una civilización maldita" y en la voz de Méndez Ferrín: escritura que "atenta contra la gramática, dispara contra sus verbos auxiliares, descompone la concordancia, invalida el género y el número y se detiene cuando la opacidad asoma; en la coda de Rafael Chacón: "El poeta retuerce el lenguaje y lo descoyunta; desconfía de la gramática y sus jerarquías. Desconfía de esa pasión de la Frase por ser universal y enunciativa. Lucha contra y en el lenguaje que se dice a sí mismo y se muestra en sus balbuceos, en su intento de nombrar lo aún no creado o lo siempre destruido".


"Cuando el ser y el no ser todavía no eran" dice el gran poema védico. A ese tiempo, a aquél momento original, se dirige la invocación de estos cantos épicos, no narrativos, pero sí angustiosamente épicos. Invocar ese instante a través de la palabra recuperada en su valor sagrado, es, en primera instancia, ir contra la existencia que se padece y reconoce como "corteza de un vacío fundamental" o "pérdida original de la inocencia cósmica y el revestimiento orgánico que el hombre se procura para velar el vacío que se presiente", rellenar la cesura producida en el nacimiento, restaurar el cordón umbilical que nos unía a la Madre, madre_tierra, mar original, útero, sexo y tumba.


Invocar es siempre añorar, padecer la ansiedad de la espera, anular la distancia, el exilio, que nos separa de lo invocado. Cuando el hechicero alza sus brazos a la vida e inicia el salmo sagrado se arrastra hacia la soledad y penetra en el reino de lo incierto. Cuando el campesino deposita la ofrenda y murmura la plegaria se une a la semilla, ser todavía indeterminado, esperanza de otros arraigos. Cuando Jorge Cuña cierra el poema alcanzamos, vivimos ese instante, ese espacio, con intensidad extrema. La nostalgia del arraigo con la naturaleza es tan profunda que parece toquemos con la piel nuestro propio origen.


Sin embargo, el destino, la palabra codificada, la existencia ya vivida, son poderosos: la invocación es siempre desoída y Odiseo permanece en la naturaleza disfrazada "en un contrapunto de orgías y aves arrebatadas". Errantes en la noche que inevitablemente surge al dinamitar lo concreto y convocar lo incierto, la elegía, el epos son tan intensos que, al término de cada canto, nos parece estar situados en otra noche, ésta de luz, que abre un nuevo nacimiento.


Recorrer en voz alta estos cuatro poemas del desarraigo, ser transportados en el vértigo de sus imágenes, recuperar las dualidades (muerte_vida, sexo_tumba, arraigo_existencia....) en lo indeterminado, deviene para el lector en ofrenda y plegaria propias contra una existencia maldita.


Miguel Ángel Cuña


 

Miguel Angel Cuña Casasbellas